Arbusto de gran tamaño, hasta unos 4-5 metros, de la familia Anacardiaceae.
Antiguamente se cultivaba en los valles y páramos alcarreños, de donde ha escapado y se ha asilvestrado, formando masas o con ejemplares dispersos cerca de los lugares donde se encontraban los antiguos cultivos, frecuentemente formando setos en ribazos, bordes de carreteras y caminos. Su interés etnobotánico es muy elevado. La planta, de origen oriental, fue cultivada por los árabes con dos finalidades. En primer lugar sus frutos, algo tóxicos en verde, pero no en maduro, se usaban en la época de los romanos como acidulante y se usan hoy, secos y molidos, en la cocina libanesa, iraquí, turca y de oriente medio en general como condimento de pescados, ensaladas, en la carne o en el arroz. En segundo lugar, la planta tiene un elevado contenido en taninos, por lo cual se empleaba para el curtido del cuero, al que proporciona un característico olor, y que junto al color rojizo distingue la marroquinería del magreb, que es curtida aún hoy con esta planta. De ahí le viene su epíteto: córium en latín significa cuero. Su nombre español deriva del árabe sumaq, que a su vez desciende del arameo summaqa, palabra que significa «encarnado», color que mejor define a esta hermosa planta, puesto que sus frutos, y sus hojas, cuando llega el otoño y previamente a su caída, toman este color. Lo mismo que significa el nombre del género: rhudd era rojo en celta.
Una consideración que debemos tener en cuenta es la de procurar no tocar sus hojas, puesto que son tóxicas, provocando una alergia cutánea por contacto, provocando sarpullidos pasadas 24-48 horas de haberlo tocado.
Imágenes de R. coriaria