Árbol perennifolio de tamaño medio de la familia Fagaceae
Quercus era el nombre genérico que usaban los romanos para todos los árboles de bellota, los robles y las encinas sin distinción; a esta especie en particular y a su corcho lo llamaban suber y se siguió llamando así por muchos botánicos precursores de Linneo, por lo que éste lo tuvo muy fácil.
Especie típica del Mediterráneo occidental y central, hasta Italia por el Este y hasta el Magreb por el Sur, siendo la península el área de mayor presencia donde se obtienen entre las tres cuartas partes y el 80% de la producción mundial de corcho. De suelos ácidos y preferiblemente en suelos permeables, sueltos y arenosos, es termófila, con baja resistencia a las heladas y requiere más humedad, en el suelo o ambiental o por precipitaciones, que la encina o la coscoja. Su presencia en Madrid es muy escasa y dispersa, en puntos donde la continentalidad se vea atenuada por exposiciones favorables.
Lo más característico del arcornoque es su corteza suberosa, gruesa y esponjosa. Tronco grisáceo o algo ennegrecido. Hojas de hasta 10 cm, frecuentemente abarquilladas con el envés recubierto de un fieltro blanquecino; los nervios secundarios llegan hasta el margen y rematan en un diente, esto podemos observarlo en el haz a diferencia de la encina en la que por regla general los nervios seundarios se desdibujan antes de alcanzar el margen. Las escamas superiores del cascabilo con frecuencia tienen la punta recurvada a diferencia de las encinas que las tienen adpresas.
En el Sureste hay rodales importantes en la dehesa de alcornoques de Alcorcón, de donde hemos tomado las fotos y en el centro, en los Cerros Concejiles de Arganda. En el Oeste y Norte hay unos muy conocidos como la Cabilda de Hoyo de Manzanares, el Pardo, con grandes ejemplares fuera de la tapia por su lado Este, en Torrelaguna y otros de difícil acceso al estar dentro de fincas privadas.